Artículo original
Modificaciones del espacio óseo posterior para terceros molares desde la infancia hasta la adolescencia
Modifications of the posterior bony space for third molars from childhood
to adolescence
Dra. C. Liuba González
Espangler1* http://orcid.org/000-0002-2918-462X 1Policlínico Docente José Martí Pérez, Universidad de Ciencias Médicas. Santiago de Cuba, Cuba. *Autor para la correspondencia. Correo electrónico: liuba.gonzalez@infomed.sld.cu
RESUMEN
Dr. Ernesto Rodríguez Torres1
Dr. C. Luis Atilano Soto Cantero1 https://orcid.org/0000-0002-1001-7397
Dr. Lázaro Ibrahim Romero
García2 https://orcid.org/0000-0002-3248-3110
Dra. Isis Pichel Borges3
2Hospital Provincial Clinicoquirúrgico Docente Saturnino Lora Torres, Universidad de Ciencias Médicas. Santiago de Cuba, Cuba.
3Policlínico Comunitario Luis Ramírez López. Santiago de Cuba, Cuba.
Introducción: Del crecimiento de los maxilares depende en gran medida la correcta
disposición de los dientes, especialmente de los terceros molares, que son los últimos en brotar.
Objetivo: Estimar los cambios en el espacio óseo posterior según la edad y su relación
con variables epidemiológicas.
Métodos: Se realizó un estudio observacional, descriptivo y transversal en niños
pertenecientes al Policlínico Docente "José Martí Pérez" de Santiago de Cuba, de mayo de 2016 a febrero
de 2017, para lo cual se utilizaron radiografías panorámicas en las mediciones, analizadas
según las variables edad, sexo y color de la piel.
Resultados: Sobresalió que la diferencia del espacio óseo posterior de la infancia a la
adolescencia fue de 9 mm para el molar 18, de 8,1 para el 28, de 12,5 para el 38 y de 11,5 para el 48; no
se observaron diferencias significativas en cuanto a sexo y color de la piel.
Conclusiones: Con la evaluación de la magnitud dimensional de dicho espacio es posible
predecir el crecimiento de los maxilares para dar ubicación a los terceros molares en el transcurso de
la infancia a la adolescencia.
Palabras clave: niño; adolescente; tercer molar; espacio óseo posterior; espacio
retromolar; ortodoncia.
ABSTRACT Recibido: 31/01/2019 Introducción
Del crecimiento de los maxilares depende en gran medida la correcta disposición de los dientes
al brotar, lo cual está influenciado, entre otros factores, por la evolución filogenética humana,
que ocasionalmente da lugar a una de las manifestaciones clínicas que más comúnmente enfrenta
el estomatólogo en general y el ortodoncista en particular hoy en día: la desproporción entre
número y tamaño de las piezas dentarias respecto al espacio disponible para su colocación en los
huesos basales maxilares.(1) Métodos
Se realizó un estudio observacional, descriptivo y transversal en niños y
adolescentes pertenecientes al área de salud del Policlínico Docente Asistencial José Martí Pérez de Santiago
de Cuba, que abarcó desde mayo de 2016 hasta febrero de 2017, a fin de estimar la magnitud
de cambios en el espacio óseo retromolar según la edad, así como describir su posible relación
con variables epidemiológicas de interés.
Introduction: The correct disposition of teeth depends in great measure on the growth of
maxillary, especially the third molars that are the last ones in eruption.
Objective: To estimate the changes in the posterior bony space according to age and
its relationship with epidemic variables.
Methods: An observational, descriptive and cross-sectional study was carried out in
children belonging to José Martí Pérez Teaching Polyclinic in Santiago de Cuba, from May, 2016 to
February, 2017, for which panoramic X-rays were used in the measures, analyzed according to age, sex
and color of the skin.
Results: It was remarkable that the difference of the posterior bony space from childhood
to adolescence was 9 mm for 18 molar, of 8.1 for 28 molar, of 12.5 for 38 molar and of 11.5 for
48 molar; significant differences were not observed between sex and color of the skin.
Conclusions: With the evaluation of the dimensional magnitude of this space it is possible
to predict the growth of the maxillary to give location to the third molars during the course from
the childhood to the adolescence.
Key words: child; adolescent; third molar; posterior bony space; retromolar space; orthodontics.
Aprobado: 22/05/2019
En tal sentido, los mayores problemas de ubicación corresponden a los terceros molares, pues
son los últimos en brotar en edades en las cuales ya han finalizado el crecimiento y desarrollo de
los maxilares. Estos dientes pueden aparecer a cualquier edad, pero en la bibliografía consultada
sobre el tema(2) se puntualiza que ello suele suceder entre los 18 y 30 años, así como también que
son capaces de causar anomalías de posición y dirección de las piezas dentarias,
fundamentalmente en el sector anterior en los adultos, debido al rompimiento de la línea de puntos de contacto
entre esas unidades, generalmente a nivel de los
caninos.(3,4,5,6)
Su importancia causal ha sido y continúa siendo muy discutida, de modo que se impone
analizar el espacio posterior con que cuentan para brotar en el maxilar y la mandíbula.
Para los terceros molares, el espacio óseo suele ser insuficiente y tienden a quedar retenidos,
por lo cual su exodoncia constituye uno de los procedimientos más importantes y comunes de la
cirugía bucal en la práctica diaria del odontólogo.
Una vez analizado el tema en cuestión desde los puntos de vista científico y práctico,
cabría preguntarse cuál es la magnitud del cambio que se espera en los maxilares desde la infancia
hasta el final de la adolescencia.
Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, se decidió llevar a cabo la presente
investigación acerca del espacio posterior disponible para el brote de los cordales, a fin de aportar no solo
un nuevo método de medición en radiografías panorámicas que incluye los terceros molares
maxilares, sino también novedosos conocimientos sobre medidas promedios, sus cambios respecto a la
edad y su asociación con determinadas variables epidemiológicas.
Ante la duda de si es posible pronosticar la retención de este grupo molar, se ha valorado
que, aunque nada biológico puede predecirse con absoluta certeza, si fuera factible estimar el
espacio posterior del que dispone cada maxilar, se descartaría su probabilidad de inclusión; y si
después de un diagnóstico minucioso se advierte más de 50 % de retención y menos de 10 % de brote
en oclusión normal, se valoraría una enucleación
temprana,(7) siempre teniendo en cuenta que
las extracciones profilácticas implican otras valoraciones como la edad del paciente, por citar
solo una.
Los integrantes de la muestra fueron seleccionados aleatoriamente de entre los
adolescentes examinados del Instituto Preuniversitario Antonio Alomá Serrano y de los ingresos efectuados
en la consulta de Ortodoncia del citado policlínico, de donde se escogieron 100 participantes de
cada grupo poblacional.
Entre las variables analizadas figuraron: edad (representada en edades simples y grupos de
edades de los 8-10 y de 15-18 años), sexo (se especificó en masculino y femenino), color de la piel
(se dividió en 3 categorías: blancos, negros y mestizos), localización (se describieron los
terceros molares según arcadas y hemiarcadas en 18, tercer molar superior derecho; 28, tercer
molar superior izquierdo; 38, tercer molar inferior izquierdo y 48, tercer molar inferior derecho),
así como espacio óseo posterior; este último se midió sobre las radiografías
panorámicas, calculando la distancia desde la cara distal del segundo molar permanente hasta el punto Y (intersección
de Frankfort con vertical pterigoidea) para los superiores y el Xi (centroide mandibular) para
los inferiores, y el valor se dio en milímetros (fig.).
Como medidas de resumen para el análisis de las variables cuantitativas se utilizaron la media
(x̄) y la desviación estándar (DE), con estimaciones por intervalo de confianza de 95 % para la
media aritmética; en el caso de las cualitativas se empleó el porcentaje. Resultados
La media para el espacio óseo posterior del molar 18 en los niños de 8-10 años fue de 10,9
mm, con una DE de 6,8 y un intervalo de confianza a 95 % de 9,6 y 12,3 mm. No se obtuvieron
resultados significativos, salvo con referencia a la dimensión posterior para el tercer molar inferior
izquierdo, donde la probabilidad fue de 0,033; asimismo, se observaron mayores medidas para los
inferiores y también para los ubicados en los lados derechos (tabla 1). Discusión
En el caso de los espacios para los molares mandibulares no fue posible comparar esa
información con la registrada en otros trabajos, entre los cuales se incluye el de Céspedes et al,(4) donde se
utilizó como referencia el segundo molar permanente y no el primero, como en esta serie, además de
que tampoco hubo coincidencia con las edades seleccionadas. Referencias bibliográficas
1. Otaño Lugo R. Ortodoncia. La Habana: Editorial Ciencias Médicas; 2014. p. 92-110.
En la identificación de la posible asociación entre el espacio posterior y las variables
epidemiológicas edad y sexo, se aplicó la prueba de independencia de
la X2. Para identificar diferencias entre
las medias de los espacios posteriores según el color de la piel, se aplicó un análisis de la
varianza (ANOVA) de una vía, con un nivel de significación de
α= 0,05.
Para lograr una predicción de cambio en los maxilares aproximada del espacio posterior se
tuvo en cuenta un análisis de regresión lineal simple; donde la variable dependiente fue el espacio
óseo posterior (en milímetros) y la variable independiente,
la edad (entre los 8-10 años).
Se siguieron los principios éticos para las investigaciones médicas en seres humanos,
promulgados en la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica
Mundial,(8) de modo que se solicitó
la aprobación de las instituciones necesarias, así como el consentimiento informado de los
pacientes seleccionados y sus familiares.
Respecto a la edad, entre los espacios óseos posteriores sobresalieron los evaluados a los 9
años, excepto el medido para el tercer molar inferior derecho, donde se destacó ligeramente la edad
de 10 años, con una media de 30,9 mm.
Las diferencias de los espacios óseos posteriores en ambos sexos no fueron significativas
y revelaron que, si bien los pertenecientes al masculino presentaron mayores promedios para
los molares maxilares, ocurrió a la inversa para los mandibulares en el femenino.
En cuanto a las dimensiones de espacio para los terceros molares según color de la piel
(variable escogida en la presente investigación como representativa de aspectos raciales), no
mostraron diferencias significativas, puesto que las medias ocuparon el primer lugar en los mestizos,
el segundo en los negros y el tercero en los blancos.
Tanto en los mestizos como en los niños de 8-10 años se observaron los espacios de
mayores dimensiones, seguidos por los hallados en los de piel negra; pero no así en el correspondiente
al molar 18, donde les continuaron los adolescentes de piel blanca.
Al medir los espacios posteriores disponibles para la erupción de los terceros molares en
los adolescentes de 15 a 18 años (tabla 2), se obtuvieron medias de 19,9 (DE=4,5 mm) y 20,0
mm (DE=3,2 mm) para los superiores y de 40,6 (DE=1,7 mm) y 42,3 mm (DE=5,4 mm) para
los inferiores, respectivamente, con más amplitudes en la mandíbula que en el maxilar.
Por edades, las mayores dimensiones correspondientes al 18 se observaron en los de 15
años, con un promedio de 21,5 mm, una desviación estándar de 3,3 mm y un intervalo de confianza a
95 % de 20,2-22,9 mm.
En el caso del 28 se destacaron los de 17 años de edad, con una media de 20,9 mm; dimensión
muy parecida a la apreciada en los de 15 y 18 años, excepto en los de 16, en quienes existían las
medidas más pequeñas de espacio posterior para el tercer molar superior izquierdo (media de 18,5 mm
y desviación estándar de 3,6 mm). Con referencia a los inferiores, en los individuos de 15 y 18
años sobresalieron las mediciones de 41,4 mm para el 38 y de 44,3 mm para el espacio óseo
posterior del 48 en cada una de ellas,
respectivamente; de manera que esta última constituyó el valor
más elevado en la serie.
De la comparación de los promedios entre ambos grupos seleccionados (tabla 3), se derivó que
la diferencia entre niños y adolescentes fue de 9 mm para el espacio posterior superior derecho,
de 8,1 para el 28, de 12,5 para el 38 y de 11,5 para el 48.
La diferencia promedio entre ambos grupos estudiados resultó ser de 7-8 años; es decir, por
cada año que avanzara la edad, el espacio óseo posterior experimentaría un aumento de 1,1 mm
para el 18, de 1,0 para el superior izquierdo y de 1,6 y 1,4 para los inferiores 38 y 48,
respectivamente. Los valores se incrementaron en mayor medida para los terceros molares mandibulares
con referencia a los maxilares y para las hemiarcadas izquierdas en comparación con las derechas.
Estos resultados fueron significativos para los 4 terceros molares, pero en el caso de la
probabilidad a 95 % perdieron carácter interpretativo, pues como se trataba del intervalo de confianza para
la diferencia, proporcionó valores negativos, toda vez que los promedios en los niños de 8-10
años de edad siempre estuvieron por debajo de los encontrados en los adolescentes de 15-18.
Desde el punto de vista estadístico se encontró una asociación significativa entre las
dimensiones de los espacios óseos posteriores y la variable edad (tabla 4), puesto que por cada año que
avanzaba la segunda, aumentaban en 0,595; 0,587; 0,771 y 0,758 mm los primeros para el 18, 28, 38 y
48, respectivamente.
De hecho, el tercer molar mandibular se forma tempranamente en la rama de la mandíbula. A
los 9 años de edad, esta pieza dentaria se encuentra en dirección craneal al plano de las partes
en desarrollo, donde se hallan otros dientes permanentes inferiores; pero con el
crecimiento mandibular desciende por debajo del plano antes citado y después comienza sus
movimientos eruptivos desde allí.(4,6)
En relación con los molares superiores, tomando en cuenta la media descrita por Ricketts,
citado por Gregoret et al(9) en su cefalograma, donde este espacio debe ser la edad del paciente más 3
mm (DE= 3 mm), se obtendrían valores de 11, 12 y 13 mm a los 8, 9 y 10 años, respectivamente;
sin embargo, aunque esos promedios estuvieron relativamente por debajo en los niños evaluados,
se mantuvieron dentro de la desviación estándar propuesta por este autor.
Por otro lado, individualizar a un paciente es muy importante a la hora de diagnosticar y
establecer las metas del tratamiento ortodóncico, pues obviar las diferencias en cuanto a edad, sexo,
tipo racial y otras variables, llevaría a cometer grandes
errores.(10)
Al respecto, en la bibliografía
consultada(2,5,7) se asevera que los varones presentan maxilares
más grandes, sobre todo en la mandíbula, lo cual se corresponde en parte con los resultados del
presente estudio. También se plantea que esta es una característica en los individuos de piel negra;
hallazgo que pudiera ser el resultado del gran mestizaje existente en Santiago de
Cuba,(11) donde la mayoría de las personas son mestizas, de manera que en ellas se combinan rasgos físicos distintivos
de varias herencias raciales, con predominio de una de estas. Por este motivo la variable color de
la piel no sería representativa para evaluar el crecimiento y desarrollo de los maxilares y
sería preferible utilizar la de grupo étnico.
El ritmo de crecimiento, que se caracteriza por grandes períodos de actividad, seguidos de
otros estacionarios o de aparente reposo, evoluciona en 3 etapas principales: infancia, adolescencia
y juventud o nubilidad; así, en las féminas, el período pospúber se desarrolla entre los 15 a 18
años y en los varones entre los 16 a
20.(1,9,10) Las edades seleccionadas en esta casuística se
enmarcaron alrededor de esta etapa, excepto los adolescentes del sexo masculino que tenían 15 años y se
hallaban en plena pubertad.
En esos momentos, la persona finaliza su transformación y va adquiriendo sus formas
y proporciones definitivas;(1) sin embargo, como todavía debe completarse la maduración y
producirse el brote de los terceros molares, se decidió realizar esta selección cuando generalmente ya
han pasado los "estirones" de la pubertad, que constituyen un cambio de importancia en el
crecimiento de los maxilares, lo cual pudiera compensar la desproporción del volumen de los dientes con el
de las unidades de soporte.
Al contrastar los datos concernientes a los molares mandibulares con los obtenidos por
Ricketts, citado por Gregoret et
al,(9) se encontraron algunas discrepancias, pues en la serie del
mencionado autor, los valores del espacio posterior fueron más elevados en los varones en ambos
maxilares. Estos resultados pudieran atribuirse a las particularidades de la muestra estudiada, a los
métodos empleados para acopiar la información y a las edades seleccionadas, toda vez que en esas etapas
de la vida, las niñas suelen terminar más tempranamente el crecimiento
activo.(1)
Aunque los valores entre sexos no tuvieron significación, siempre debe tenerse en cuenta que
el tratamiento estomatológico en general y el ortodóncico en particular es un ejercicio de
diagnóstico continuo, que requiere supervisar continuamente las modificaciones del desarrollo durante
el crecimiento en tiempo real.
Los resultados obtenidos en adolescentes de 15-18 años fueron
relevantes, lo cual se explica por el hecho de que en la adolescencia se están completando el crecimiento y desarrollo; procesos
estos que finalizarán en la siguiente etapa: la juventud, cuando el crecimiento es mínimo y, como ya
se dijo, la persona va adquiriendo sus formas y proporciones definitivas.
Entre los datos más sobresalientes figuró que los varones presentaron promedios mayores
que las hembras, a excepción del espacio para el molar 28, lo cual se correspondió con lo
publicado por Otaño Lugo,(1) Céspedes
Isasi et al(4) y Pérez Cabrera et al.(6)
Lo encontrado pudiera deberse a que al llegar a esas edades se estabilizan el crecimiento y
desarrollo en unas y otros, pero si bien concluyen a los 18 años en el sexo femenino, todavía quedan 2
años de crecimiento en el masculino.(1-3)
El mayor espacio hallado en la casuística, que correspondió siempre al tercer molar
inferior derecho, se obtuvo en adolescentes del sexo masculino, con un promedio de 43,2 mm y
una desviación estándar de 5,0 mm, lo cual permite afirmar con 95 % de confianza que la
media poblacional de este espacio fluctúa entre los 41,7 y 44,6 mm. Para los restantes terceros
molares, las medias fueron de 19,9 mm para el 18, de 20,0 para 28 y de 40,7, para 38.
Tales resultados concuerdan con los de Bustillo
Arrieta(12) cuando evaluó el crecimiento de
los maxilares en los integrantes de su serie.
En el presente estudio se observó un armonioso ajuste entre las dimensiones de los
espacios óseos posteriores y los grupos etarios, dado por el hecho de que 35,4; 34,1; 59,5 y 57,5 % de
los cambios producidos en esas medidas para el 18, 28, 38 y 48, en ese orden porcentual, se
explican por el aumento de la edad en los niños y adolescentes examinados.
Actualmente, los ortodoncistas valoran y confieren mayor importancia al diagnóstico, pues
el conocimiento profundo del problema facilita aplicar un tratamiento oportuno y adecuado,
aun cuando deban considerar más trascendente el examen clínico para evitar tratar al paciente
con normas cefalométricas
únicas.(13,14)
Diversos son los factores que deben tomarse en cuenta para determinar el plan terapéutico
más acertado, tales como la edad, el sexo, el color de la piel, el pronóstico del desarrollo, el tipo facial y
la gravedad de las discrepancias dentomaxilofaciales. No existen fórmulas exactas que puedan
ser empleadas invariablemente al complejo facial para indicar un tratamiento específico; por
tanto, para establecer un diagnóstico individual completo, los hallazgos cefalométricos deben
relacionarse con los demás datos provenientes de los otros medios auxiliares utilizados para
ello.(1)
En relación con los terceros molares, el espacio óseo posterior obtenido cefalométricamente
es un elemento indispensable para la valoración pronóstica de su posible retención o erupción
parcial o completa,(4-6) por lo que unido al análisis de otras variables epidemiológicas, resulta
una herramienta muy útil para la predicción en ortodoncia.
Los cambios en el espacio óseo posterior en niños y adolescentes son considerables y
variables según sexo y color de la piel; asimismo, con la evaluación de la magnitud dimensional de este
puede predecirse cuánto se espera que crezcan los maxilares para permitir que se ubiquen los
terceros molares durante el tránsito de la infancia a la adolescencia.
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