Dr. Antonio María Béguez César (1895-1975): fundador y maestro de la Sociedad Cubana de Pediatría de Santiago de Cuba

 

Historia de la medicina

 

Dr. Antonio María Béguez César (1895-1975): fundador y maestro de la Sociedad Cubana de Pediatría de Santiago de Cuba

Dr. Antonio María Béguez César (1895-1975): founder and teacher of the Pediatrics Cuban Society in Santiago de Cuba

 

Lic. María Antonia Peña Sánchez1* https://orcid.org/0000-0003-1501-0431

 

1Centro Provincial de Información de Ciencias Médicas, Universidad de Ciencias Médicas. Santiago de Cuba, Cuba.

 

*Autor para la correspondencia. Correo electrónico: ina@infomed.sld.cu

 

RESUMEN

Con este artículo se buscó ampliar los datos biográficos del eminente científico cubano Antonio María Béguez César y divulgar aspectos poco conocidos de su prolífica existencia. Para ello se consultaron los archivos personales de la familia Béguez López y el índice de autores y materias del Boletín de la Sociedad Cubana de Pediatría y de la Revista Cubana de Pediatría, donde se consigna su bibliografía activa; además, se analizaron documentos de la época y se consideraron los testimonios de familiares, colegas y amigos del ilustre pediatra santiaguero. El trabajo forma parte del proyecto investigativo “Estrategia para incrementar la visibilidad del hallazgo científico del pediatra Dr. Antonio María Béguez César”, que revela al descubridor de la “neutropenia crónica maligna familiar con granulaciones atípicas de los leucocitos”, entidad clínica inscrita entre los diez hitos de la inmunología cubana, que ha sido erróneamente divulgada en el mundo científico-médico como síndrome de Chédiak-Higashi.

Palabras clave: Antonio María Béguez César; síndrome de Chédiak-Higashi; pediatras; historia de la medicina; Cuba.

 

ABSTRACT

This work aimed at widen the biographical data of the eminent Cuban scientist Antonio María Béguez César and to spread not very well-known aspects of his prolific existence. The personal files of Béguez López family and the index of authors and matters of the Pediatrics Cuban Society Bulletin and the Pediatrics Cuban Magazine were consulted, where his active bibliography is consigned; also, documents of that time were analyzed and testimonies of family, colleagues and friends of the distinguished pediatrician from Santiago were considered. The work is part of the investigative project "Strategy to increase the visibility of the pediatrician Dr. Antonio María Béguez César scientific finding" that reveals the discoverer of "the family malignant chronic neutropenia with atypical granulations of the leukocytic cells", clinical entity inscribed among the ten landmarks of the Cuban immunology that has been erroneously spread in the scientific-medical world as Chediak-Higashi syndrome.

Key words: Antonio María Béguez Cesar; Chediak-Higashi syndrome; pediatricians; history of medicine; Cuba.

 

 

Recibido: 12/11/2019

Aprobado: 20/12/2019

 

 

Introducción

“Borra el tiempo las inscripciones y demuele los monumentos; pero aquellos que por su ciencia y sus virtudes han conquistado un nombre, esos no mueren, porque la patria los salva del olvido”.

Dr. Rafael Ángel Cowley

 

El estudio de la historia de la pediatría cubana permite conocer por qué se trata de una de las especialidades médicas que más ha progresado en la isla de Cuba, a pesar de haber carecido del apoyo de las autoridades existentes antes de 1959, sobre todo de las sanitarias, puesto que el cuidado de la salud no era prioridad de los gobernantes de turno en aquella época.

Así, han sido innumerables los paradigmas de médicos de niños que han dejado su impronta para la posteridad; incontables los que aún hoy enaltecen esta profesión al seguir el modelo de quienes le precedieron.

Ciertamente, si el Dr. Ángel Arturo Aballí Arellano es el padre de la pediatría en Cuba, por todo el esfuerzo que desplegó a favor de la salud y el bienestar de la infancia, también en pro de ese noble empeño dirigió siempre sus pasos el Dr. Antonio María Béguez César.

Bajo su influencia se formaron los pediatras de esa región, lo que hizo posible que la Cátedra de Pediatría pudiera contar con profesores santiagueros cuando se decidió la apertura de la Facultad de Medicina de Santiago de Cuba en 1962.

Así que hubo una gran dosis de justeza cuando comenzó a considerársele como el Padre de la Pediatría en la antigua provincia de Oriente.

La obra científica y social del Dr. Béguez César corrobora la validez de alcanzar lo universal a través de lo local, al distinguirse por su participación en eventos nacionales e internacionales y por la publicación de numerosos trabajos científicos sobre temas de salud relacionados con la infancia —actividad limitada mayormente, en aquella etapa, a los galenos que ejercían en la capital—, consciente de que era preciso compartir sus experiencias con la comunidad científica cubana y extranjera, sobre todo porque había enfermedades que se informaban por primera vez en el país.

 

 

Padre de la pediatría en las provincias orientales de Cuba

El Dr. Antonio María Béguez César nació el 2 de marzo de 1895 en Santiago de Cuba, de donde eran oriundos sus padres: don Antonio Béguez y Béguez y doña Antonia César y de León.(1,2)

Cursó la enseñanza primaria en la academia particular del profesor Don Lolo y años más tardes, en 1910, ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de la mencionada ciudad, donde alcanzó el título de bachiller, con notas sobresalientes, en 1914. A partir de ese año matriculó en la carrera de Medicina en la Universidad de La Habana y en julio de 1919 recibió con honores su diploma de graduado.

Entre sus recuerdos de la etapa de estudiante se refería de manera especial a su maestro Ángel Arturo Aballí Arellano, de quien fue discípulo en la Sala San Vicente, del Hospital Mercedes en La Habana.

Al mes de haber finalizado sus estudios universitarios, regresó al Santiago de Cuba que lo vio nacer y se dedicó a solicitar trabajo en el Hospital Saturnino Lora y las clínicas mutualistas Centro Gallego y Colonia Española; pero sus intentos por ejercer la profesión en alguna de esas instituciones resultaron infructuosos, pues había que tener influencias o amigos poderosos para conseguir una plaza en aquella época y él solo contaba con sus conocimientos de medicina y el juramento hipocrático para conseguirla, lo cual no bastaba en absoluto.

Por fortuna, a finales de 1919 recibió la oferta para desempeñarse como médico interno en el Hospital Santa Isabel de Cárdenas, en Matanzas, centro de salud inaugurado el 26 de diciembre de 1862, en un acto presidido por el Coronel Verdugo y su esposa, doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.(3)

Allí laboró durante dos años y, en esa unidad sanitaria, conoció a Francisca López  Comans, estudiante de enfermería, con quien se casó en 1921. A partir de entonces serían los pueblos de Santiago de Cuba y de la Ciudad Bandera los privilegiados en su amor ciudadano.

Poco después de haber contraído nupcias regresó a Santiago de Cuba para atender a su madre, que había enfermado gravemente, en cuyos cuidados resultó inestimable la participación de su esposa.  

Esta vuelta a su ciudad natal fue para siempre. Aquí nacieron sus cinco hijos René, estomatólogo y luego cirujano maxilofacial; Efrén, hematólogo; Francisca Milagros, farmacóloga y bióloga; Melba, alumna de medicina hasta tercer año, y Antonio, abogado.

Sin discusión alguna, esta amorosa, paciente y tenaz mujer fue la única capaz de controlar y encauzar la tremenda energía vital de aquel joven médico. Más de 50 años permaneció a su lado, apoyándole y enorgulleciéndose de él hasta el último día de su vida, el 23 de febrero de 1985, una década después que su esposo.

 

En el recuerdo de sus colegas, pacientes, familiares, amigos y compañeros de trabajo

La acrisolada existencia del ilustre galeno está avalada por los testimonios de quienes lo recuerdan por su generosidad, optimismo contagioso y trato campechano, pero sobre todo por sus acertados diagnósticos de cuadros sintomáticos complejos y por el tratamiento de quienes los presentaban; tanto así, que los familiares de sus pacientes no cesaban de agradecerle por sus cuidados médicos y atenciones, los que él nunca escatimó y que eran considerados prácticamente como milagrosos.

Ellos refieren que el Dr. Antonio María Béguez César era un hombre blanco de mediana estatura y bien parecido en su juventud. Vestía con elegancia y pulcritud una guayabera blanca de hilo, con su “bigote de gato” y el primer botón desabrochado en ocasiones, tal vez obligado por el calor que caracteriza el clima de la llamada “tierra caliente”.

Persona muy querida, de voz agradable y rápido andar, se abrió camino a través de angostos senderos por su inteligencia preclara, su laboriosidad, su estudio sistemático, su alto concepto del honor y su desinterés hacia todo lo material con fines de lucro, en situación alguna dejó de estudiar cuanto material caía en sus manos acerca de la medicina más recomendada para tratar a niñas y niños enfermos.

Sus conversaciones eran ejemplos de maestría acerca del método clínico y las aseveraciones científicas relacionadas con la pediatría, mas criticaba con rigor a los profesionales que incumplían sus deberes éticos durante la práctica de su labor. Era una persona tan especial, que sus colegas se le acercaban para aprender con avidez de su indiscutible pericia en la medicina pediátrica y de su vasta cultura en otros campos del saber, asimismo para disfrutar de su típica manera de “adornar” lo que decía, capaz de provocar estruendosas carcajadas en quienes le escuchaban.

Con independencia de su recio carácter, también sabía ser amable y solícito ante cualquier demanda de sus colegas, con los cuales siempre estaba dispuesto a compartir sus conocimientos y experiencias profesionales. Era muy gentil con las representantes del sexo femenino, pues ante ellas hacía gala de una espléndida caballerosidad.

Su amor infinito por los infantes y su erudición lo fueron convirtiendo en una leyenda, hasta que, un día, convencido ya de que la especialidad que amaba y en la que más disfrutaba ejerciendo era la pediatría, cambió su placa de médico cirujano por otra que lo identificaba como médico de niños.

Su biblioteca, que ponía sin reservas a disposición de alumnos y compañeros de trabajo, era una de las más completas en la región; muestra fehaciente de su amor por el estudio, pues adquiría cuantas publicaciones consideraba útiles para estar mejor preparado e informado acerca de todo aquello que le interesaba, para lo cual se había suscrito a las revistas pediátricas más importantes, las que leía en 3 o 4 idiomas; habilidad que adquirió en forma autodidacta.

Convertido en una autoridad académica, podía referirse con certidumbre a los avances médicos más recientes durante las discusiones sobre temas terapéuticos que se entablaban, pues su nivel de actualización fascinaba a todos. Sus viajes a Estados Unidos de Norteamérica, México y España, para participar en actividades científicas, también consolidaron sus conocimientos.

Su domicilio se convirtió en un sitio para tertulia con amigos doctores, quienes acudían a ese ambiente acogedor para discutir casos interesantes y deleitarse con la amabilidad de aquella “China cardenense”, que solía convertir los encuentros informales en verdaderos cafés conversatorios.

Hasta 1927 se vio inmerso en situaciones de incertidumbre y desaliento.

Para ayudar al mantenimiento de la familia, instaló una consulta privada en su casa de Sagarra (San Francisco) nr. 107 entre Callejón del Muro y Gallo, que apenas les permitía subsistir y adonde los padres, víctimas de la injusticia social y la desesperanza, llevaban a sus hijos enfermos, sabiendo que él no les cobraría la atención médica (fig. 1).

 

FOTO BEGUEZ 23

Fig. 1. Dr. Antonio María Béguez César en su consultorio particular

 

El 22 de noviembre de 1928 le ofrecieron, por fin, una plaza de médico en el Hospital Saturnino Lora. ¡Ah!, ¡pero sin remuneración! Quizás otro profesional, por razones más que convincentes, habría rechazado la oferta; pero Béguez se dio de inmediato a la tarea de instituir una consulta de pediatría y, con ello, de organizar la atención infantil en dicha institución; responsabilidad muy compleja, pues, como ocurría en aquel entonces, los mayores problemas solían aparecer después debido a los muy escasos recursos estatales que se recibían para poder mantenerla funcionando; sin embargo, gracias a las incontables gestiones del incansable doctor y luego de superar numerosos obstáculos y apelar a la conciencia humanitaria de también innumerables personas, en 1929 logró abrir el primer Servicio de Pediatría en la antigua provincia de Oriente (fig. 2).(4)

 

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Fig. 2. Sala para la atención a niños en el Hospital Saturnino Lora

 

Así, poco a poco se fueron consiguiendo equipos médicos y enseres costosos, por lo que la referida Sala llegó a contar con 30 camas, un departamento para curaciones, un departamento para atender a los pacientes con enfermedades infecciosas, una consulta externa donde se examinaban de 10 a 15 niños diariamente, a los cuales se les realizaban sus historias clínicas, exámenes de laboratorio, rayos X, entre otros, que garantizaron una asistencia de primer orden a las niñas y niños ingresados, lo cual justificó que este servicio se convirtiera en orgullo y enseña del Hospital, siempre bajo la jefatura de su creador, quien estuvo acompañado, en tan loable empeño, por varios reconocidos colegas: Ángel Paúltre Torrens, laboratorista; Arturo de Feria Mora, cirujano; Plácido Fernando Blanc Corbín, radiólogo; Susana Texidó Vaillant y Prudencio Caveda Colomé, médicos auxiliares; así como por una enfermera graduada, tres alumnas de enfermería y estudiantes de la Escuela de Medicina, entre los que se encontraban Raúl Delgado, Ramón Céspedes, Luis Moya, Inocencio Fernández, Eduardo Font, José Duharte.

Por más de 30 años se mantuvo el Dr. Béguez César al frente de la Sala de Niños Alberto Parreño, la cual consideró como su segundo hogar por las miles de horas que dedicó a enaltecerla y amarla.

En 1952 se produjo el golpe de estado de Fulgencio Batista. Toda la década de los años 50 estuvo permeada por la intensa lucha revolucionaria contra la dictadura batistiana. El Dr. Béguez, con su carácter fuerte, polémico, y los valores patrióticos que signaron su vida, mantuvo desde el comienzo actitudes comprometidas frente al régimen.

Unos años más tarde, en 1957, Tony, su hijo menor, subió a la Sierra Maestra y se incorporó a las guerrillas de los barbudos. La familia de Béguez fue una de las muchas en Cuba que al tener a uno de sus integrantes “alzado”, sufrió las consecuencias de esa decisión.

El Dr. Béguez, como tantos otros santiagueros, puso su casa en Sagarra No. 107 al servicio de los intereses del Movimiento 26 de Julio. De su clientela privada recaudaba fuertes sumas en efectivo para apoyar el mantenimiento de la lucha insurreccional. Él y los suyos devinieron un ejemplo de solidaridad y entrega por la causa revolucionaria que todo un pueblo, y en especial el más joven de sus descendientes, defendió con las armas en las manos.

A finales de 1959 se reubicó la Sala de Niños del Hospital Saturnino Lora en el nuevo edificio del Hospital Provincial, pero solo por unos meses, pues el 26 de julio de 1960 se inauguró la ONDI (Organización Nacional de Dispensarios Infantiles); siglas tan arraigadas en la población santiaguera que, aunque luego se le dio el nombre de Hospital Infantil Norte Docente Dr. Juan de la Cruz Martínez Maceira —mantenido hasta hoy—, muchas personas aún las continúan usando para denominar la institución.

Como era de suponer, la Sala de Niños del Hospital Provincial se trasladó para ese moderno centro asistencial, ubicado en el reparto Sueño, donde el Dr. Béguez César dirigió la Sala de Recién Nacidos y Prematuros por el término de 10 años.

En ese establecimiento sanitario pudo reunirse, por fin, con sus viejos amigos pediatras y otros graduados de más reciente formación, que irían incorporándose a lo largo de la década, entre los cuales figuraban los doctores Alfonso Araújo Ruiz, Ernesto Fábregas, Lilian Jeanjaques Petell, Hugo Torres Aldrich, Melba Puzo Hansen, Susana Texidó Vaillant, Nilda Oduardo,  Enrique González Corona, Guillermo Amaro Ivonet, Silvia Jústiz Hernández, Onel Valón Jiménez, Nastia Noa Cárdenas, Ana Navarro Lautén, Guillermo Vaillant Suárez, Odis Taquechel, Gustavo Cobas, Enrique Castellanos, Celso Joubert, Efrén Béguez López; toda una pléyade de excelentes profesionales, que elevaron el nivel de la pediatría santiaguera hasta alturas insospechadas.

Nuevamente se pusieron a prueba el ímpetu y la creatividad del dr. Béguez, pues coordinó reuniones semanales no solo para debatir casos clínicos interesantes con los médicos de la Sala y de todo el Hospital, sino para actualizar conductas terapéuticas y prescripciones medicamentosas, porque el afán de investigación fue una de sus cualidades intelectuales más distintivas.  

Estas sesiones de trabajo tuvieron su embrión en aquellas que se efectuaban en su casa cuando era apenas un profesional desconocido en el ámbito médico y, como es natural, le permitieron relacionarse con un grupo de galenos jóvenes que llegaron a destacarse con brillantez en el territorio.

 

Sociedad Cubana de Pediatría de Santiago de Cuba

En 1935 asistió a la I Jornada Nacional de Pediatría realizada en Camagüey, como representante de la Sociedad a la cual pertenecía, donde expuso, en la mañana del 1ro de diciembre, su trabajo titulado “Un caso de íleus paralítico por ascárides lumbricoides”. Allí también recibió la encomienda de organizar en Santiago de Cuba el siguiente de estos memorables cónclaves, en cuya preparación desempeñó siempre un papel decisivo.

Así, en los días del 10 al 12 de abril de 1936, la II Jornada Nacional de Pediatría estuvo presidida por el doctor Béguez César y otros facultativos santiagueros.

Acerca de la significación y ejecución anual de esas actividades, él mismo reconoció en su discurso(5) en homenaje a su maestro: el eminente Dr. Arturo Aballí, que dichos eventos constituían verdaderos congresos por la calidad y cantidad de trabajos que se presentaban durante las sesiones. La referida alocución fue publicada en la Revista Médico-Quirúrgica de Oriente, editada por el Colegio Médico de Oriente y dirigida en esa etapa por la prestigiosa pediatra santiaguera Dra. Luisa Soto del Rey.

La función de la Sociedad Cubana de Pediatría, la cuarta fundada en el país, el 7 de octubre de 1928, y presidida por el eminente Dr. Ángel Arturo Aballí Arellano, fue muy importante en el perfeccionamiento de esta rama de la medicina.

Desde su constitución, la citada Sociedad tenía como norma celebrar jornadas científicas nacionales en las provincias más importantes de todo el país, lo que resultó determinante para la superación de los pediatras de la nación, entre los cuales figuraba el Dr. Béguez César, quien el 18 de agosto de 1934 fundó la Sociedad de Pediatría de Santiago de Cuba, en unión de sus colegas José López Batllori, Jorge Damién, Prudencio Caveda Colomé, Luciano Joaunneau, Susana Texidó Vaillant, Francisco Agüero Ortiz y Juan Francisco Fernández.(4)

En los días del 10 al 12 de abril de 1936, durante la realización de la Jornada Pediátrica en Santiago de Cuba, el Dr. Béguez presentó su trabajo intitulado “Consideraciones sobre algunos síndromes tumorales del abdomen en la infancia”.(6)

En ese mismo evento se presentó un trabajo con el título “Sobre un Caso de Eritromelalgia (enfermedad de Weir-Mitchell en un niño sifilítico de dos años)”;(7) en la exposición de este los autores, el profesor Félix Hurtado y los doctores Teodosio Valledor y Carlos Hernández Miyares, refieren lo siguiente:

() Solo nos resta expresar nuestro reconocimiento a un distinguido pediatra que ejerce su profesión en esta ciudad, nos referimos al doctor Béguez César, a quien corresponde el mérito indiscutible de haber hecho el diagnóstico correcto de este caso, que tuvo la amabilidad de enviar a nuestro servicio, dándonos la oportunidad de realizar las investigaciones complementarias que hemos expuesto en el curso de este trabajo ().

En 1938 fue nombrado Socio Titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, primera sociedad médica que se instituyó en Cuba, el 11 de octubre de 1879, bajo la presidencia de su fundador, el doctor Serafín Gallardo y Alcalde.

En agosto de 1939 se divulgó en el Boletín de la Sociedad Cubana de Pediatría su artículo “Consideraciones sobre el paludismo en la infancia”;(6) trabajo que había presentado en la Jornada Nacional de Pediatría celebrada en Santa Clara.

Su interés por estudiar y tratar a la población pediátrica enferma era ilimitado; razón por la cual siempre tenía algo que decir o recomendar y nunca dejaba de exponer sus criterios médicos, pero también de denuncia ante la indiferencia de los gobernantes de aquella época por la salud infantil.

Un año más tarde, en la III Jornada Nacional de Pediatría, con sede en Matanzas, el Dr. Béguez César expuso ante los asistentes su observación, descrita por primera vez en Cuba, sobre “Nanismo con infantilismo por quiste de la bolsa Rathke” (cráneo-faringioma)” en un paciente operado a causa de esta afección por el Dr. Carlos Ramírez Corría, notable neurocirujano sanluisero, quien residía por aquellos tiempos en la capital del país. En 1942 se publicó en el referido Boletín su artículo “Contribución al estudio de las colangiopatías en la infancia”.(6)

En 1946, durante el desarrollo de la VIII Jornada Nacional de Pediatría, tuvo a su cargo el discurso de salutación en nombre de la Sociedad de esa especialidad en Santiago de Cuba, que fue divulgado en la Revista Cubana de Pediatría.(6)

En otro momento se editaron también en la misma publicación sus trabajos(6) “Influencia de los cambios climáticos y meteorológicos en la salud del niño de la provincia oriental de Cuba” (1946) y “Teniasis e hymenopeliasis en niños” (1952), este último en compañía de Castellanos Fonseca y Texidó Vaillant como coautores.

De su autoría igualmente es el artículo “Causas de la delincuencia infantil”.(8)

Como presidente de la Filial de Oriente de la Sociedad Cubana de Pediatría, usó de la palabra para inaugurar, en 1962, la XV Jornada Pediátrica Nacional, la tercera celebrada en Santiago de Cuba.(9)

La mesa presidencial estuvo integrada por el Dr. José López Sánchez, en representación del Consejo Científico del Ministerio de Salud Pública; el Dr. José Jordán Rodríguez, miembro del Departamento de Pediatría de la Universidad de La Habana; el Dr. Olimpo Moreno, profesor universitario y funcionario de salud pública; así como los doctores Antonio Béguez César, Martorell y Emilio Alemán, quienes presidían, en orden de mención, la mencionada Filial, el Colegio Médico de Santiago de Cuba y la Sociedad Cubana de Pediatría.

En la apertura de esta importante reunión, donde se dieron cita prominentes médicos de niños de todo el país, el Dr. Emilio Alemán expresó: “() Compañeros pediatras, vamos a dar comienzo a las tareas de la XV Jornada Pediátrica, teniendo esta vez como sede a la bella y acogedora ciudad de Santiago de Cuba, cuna de héroes, cuna de científicos y cuna de pediatras notables ()”.

En los años 60 y principios de los 70 el Dr. Béguez participó en muy diversas actividades del sector y obtuvo numerosos reconocimientos.

En 1963 recibió diplomas de la Sociedad Cubana de Pediatría por sus 45 años de servicios y del Ministerio de Salud Pública, en reconocimiento a su labor ininterrumpida durante más de cuatro décadas a favor del progreso de la medicina en general y de la salud de la población infantil en particular.

Posteriormente, en 1967, el Ministerio de Salud Pública le confirió la condición de Especialista de Segundo Grado en Pediatría. Asimismo, el 13 de mayo de 1972, la Sociedad Cubana de Pediatría le otorgó el título de Socio de Honor. También le fue entregada la medalla Dr. Carlos J. Finlay de I Grado.

Cabe señalar que desde 1950 ya era miembro de la American Academy of Pediatrics.

 

“Neutropenia crónica maligna familiar con granulaciones atípicas de los leucocitos”: su contribución más importante a la medicina cubana y universal

Históricamente, la década del 30 fue determinante en la trayectoria profesional del Dr. Antonio María Béguez César; tanto así, que en 1933 atendió en su consulta privada al primero de tres hermanitos descendientes de una familia santiaguera, quienes crecían y morían a una edad casi predecible. Entonces, dedicó 10 años de su vida a investigar el padecimiento que aquejaba a estos pequeños, quienes morían como consecuencia de una rara enfermedad, hasta entonces desconocida.

De 1933 a 1943, los niños estudiados y tratados presentaron características clínicas similares, pero sobre todo se observó una sorprendente novedad en las láminas de laboratorio, consistente en extrañas granulaciones atípicas en los leucocitos, no descritas en los atlas de hematología ingleses y franceses ni en otras publicaciones médicas consultadas. Por esos días, tuvo la magnífica oportunidad de mostrar los expedientes médicos de aquellos pacientes y las citadas láminas al Dr. Pittaluga, famoso médico italiano exiliado, quien se encontraba en Santiago de Cuba como profesor principal de un curso de hematología, el cual quedó maravillado ante las raras formas patológicas aparecidas en los glóbulos blancos y afirmó no haber visto nunca fenómeno parecido en su labor profesional —extraído de las memorias del Dr. Antonio María Béguez César (texto inédito)—.

Diez años más tarde, en diciembre de 1943, se divulgó en el Boletín de la Sociedad Cubana de Pediatría (fig. 3) el artículo más trascendental de toda su creación científica: “Neutropenia crónica maligna familiar con granulaciones atípicas de los leucocitos” (fig. 4).(10)

 

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Fig. 3. Cubierta del Boletín de la Sociedad Cubana de Pediatría

 

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Fig. 4. Fragmento del artículo que describe el descubrimiento

 

Sin embargo, eso no impidió que otra persona se apropiara de la autoría del hallazgo científico y que esta entidad clínica sea conocida en el mundo médico como síndrome de Chédiak-Higashi.(11,12,13,14)

 

Reconocimiento de su autoría

En la necesidad de honrar al Dr. Béguez César resulta digno destacar el decisivo protagonismo del profesor Dr.Cs. Ernesto de la Torre Montejo (1929-2016),(15) director y fundador del Instituto de Hematología e Inmunología e integrante de la Comisión Permanente de la Primera Reunión de Hematólogos en América Latina, junto a los doctores Luis Sánchez Medal, de México; Tulio Arends, de Venezuela; Marcos Morgenfeld, de Argentina, y Jorge Elizondo, de Costa Rica.

Fue así que en la sesión de clausura de la Primera Jornada Latinoamericana de Hematología celebrada en La Habana en febrero de 1973 el Ministerio de Salud Pública de Cuba y todos los representantes de los países de América Latina que asistieron a tan señalado evento científico, reconocieron que el descubridor de la mal llamada “enfermedad de Chediak-Higashi” había sido el Dr. Antonio María Béguez César, quien la describió por primera vez en 1943 con el nombre de “neutropenia crónica maligna familiar con granulaciones atípicas de los leucocitos” y acerca de lo cual no se indagó o publicó antes argumentación alguna sobre el origen de tan deplorable controversia.

En ese mismo acto se le distinguió como Socio de Honor de la Sociedad de Hematología de Cuba.

Dos meses después se publicó en la revista Cuba Internacional la entrevista realizada al Dr. Béguez César con el título “La peripecia de Béguez”.(16)

A pesar de que en esa Primera Jornada Latinoamericana de Hematología, efectuada en La Habana en la fecha acordada, el Dr. Béguez fue declarado ante Cuba y el mundo como el descubridor de la referida enfermedad, y de que los hematólogos latinoamericanos solicitaron su presencia como Invitado de Honor al evento; aún hoy suele divulgarse como síndrome de Chediak-Higashi ese raro cuadro clínico y se desconoce la usurpación científica de la que fue objeto el ilustre pediatra cubano; fenómeno que limita el conocimiento de la exactitud histórica de lo acontecido.(11,12)

Con el triunfo de la Revolución cubana en 1959, el Dr. Chediak, como tantos otros médicos, se marchó del país; sin embargo, gracias a las ventajas obtenidas por su autoría ficticia o injustificada, su apellido perdurará sin merecerlo, con signos de sombra y rechazo, junto al del Dr. Béguez César, como en la historia universal aparecen de igual manera, junto al de Jesús, los de Caifás, Pilatos y Judas.

 

Postrer tributo al insigne Profesor

El Dr. Béguez César falleció en la madrugada del 11 de febrero de 1975; lo hizo en paz porque tuvo el reconocimiento de su pueblo.

Su cadáver fue honrado en la funeraria San Bartolomé, adonde concurrieron numerosas personas para rendirle postrer tributo al insigne profesor.

En la tarde del siguiente día, cerca de las 4:00 p.m., cuando se acercaba el momento de su traslado hacia su última morada en el cementerio de Santa Ifigenia, colocados frente a la entrada principal del velatorio, todos los asistentes guardaron silencio, los transeúntes que caminaban por la calle Calvario se detuvieron y el tráfico se paralizó.

En aquel triste contexto, el Dr. Félix José Endi Felfli, docente de Cirugía General y Pediátrica del Hospital Infantil Sur Docente Dr. Antonio María Béguez César de Santiago de Cuba, pero en aquel entonces un joven cirujano que admiraba y respetaba a su mentor porque había practicado el ejercicio de la medicina como un sacerdocio pleno de amor hacia sus semejantes, leyó con profunda emoción las estrofas de “Elegía”;(17) poema que compuso por el dolor, ante la muerte de su querido Padre y Maestro, que perdurará como el más fiel retrato de la vida y obra del pediatra Antonio María Béguez César.

 

Homenajes perdurables a su memoria

A pesar de que el Dr. Antonio María Béguez César es uno de los más ilustres médicos cubanos de todos los tiempos, el silencio público al respecto se mantuvo hasta finales del pasado siglo y primeros años del XXI, cuando ya para siempre su vida ejemplar y obra científica fundamentan a plenitud los homenajes que están dedicándose a su memoria.

Entre los más significativos se puede enunciar la edición del V Congreso Nacional de Inmunología y Biodiagnóstico, efectuado en Santiago de Cuba en 2006; igualmente fue celebrado el aniversario 70 de la publicación del descubrimiento en el espacio “Desempolvando” del Archivo Histórico Provincial, donde asistieron, como invitados de honor, René y Antonio, hijos del insigne médico.

Por otra parte, el programa televisivo “La historia y sus protagonistas”, brindó un homenaje a este ilustre pediatra.

Desde el 2010 se realiza cada año el evento “Dialogando con los autores Dr. Antonio María Béguez César in memoriam”, organizado por la Asociación Cubana de Bibliotecarios (ASCUBI), la Asociación de Información Científico-Técnica (SOCICT), el Centro Provincial de Información de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba, MEGACEN y la Biblioteca Provincial Elvira Cape.

El primer cónclave fue dedicado al doctor Honoris Causa en Ciencias Médicas Reinaldo Roca Goderich. A partir de la tercera edición se hizo extensivo a otros sectores, con el homenaje a los prestigiosos fundadores del Centro de Lingüística Aplicada, el doctor en ciencias filológicas Julio Vitelio Ruiz Hernández y la doctora Honoris Causa de la Universidad de Oriente Eloína Miyares Bermúdez.

En el 2015 la jornada culminó con las elocuentes palabras del Dr. Félix José Endi Felfli, quien reiteró la aspiración colectiva de que el nombre del Hospital Docente Infantil Sur fuera el del Dr. Antonio María Béguez César. Los asistentes respaldaron esta solicitud y disfrutaron, en la voz de su autor, el poema “La proclama”:

 

Proclamo que el Hospital

Infantil Sur de Santiago

debe lograr, como halago

merecido y especial,

que el nombre, ya universal

de Béguez, lo represente,

pues ganó sobradamente

el blasón que merecía:

Padre de la Pediatría

en las provincias de Oriente.

 

Este sueño se hizo realidad, pues desde el viernes 24 de julio del 2015 la instalación se identifica con el nombre de Hospital Docente Infantil Sur Dr. Antonio María Béguez César, lo que le confiere en su ciudad natal el merecido reconocimiento social a este insigne pediatra.(18)

Las aspiraciones que faltan se irán logrando porque “la voluntad de su millar de hijos” lo hará posible, como recuerdan las palabras proféticas del Dr. Endi en la despedida de duelo a su Padre y Maestro, de manera que renombrar la enfermedad como síndrome de Béguez-Steinbrinck-Higashi(11,12) y que su descubrimiento esté inscripto entre los diez hitos de la inmunología cubana es igualmente saldar una deuda con el prestigioso científico cubano.

 

 

Agradecimientos

Sin el concurso de los testimonios que ofrecieron sus hijos René y Antonio, así como los de otros familiares, vecinos, pacientes y personalidades autorizadas, hubiera sido imposible hacer más visible la vida y obra del pediatra santiaguero Dr. Antonio María Béguez César.

A todos ellos mi eterna gratitud, especialmente al Dr. Félix Endi Felfli, cuya “Elegía” perdurará como el más fiel retrato del insigne galeno.

 

 

Referencias bibliográficas

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2. Jústiz Hernández S, Hernández Jústiz P. Vida y obra del Dr. Antonio Béguez César.  MEDISAN. 2002 [citado 02/08/2019];6(1):96-8. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/san/vol6_1_02/san16102.htm

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