Homenaje
La Meja, una diva de las letras
La Meja, a diva in writting
Nilia Victoria Escobar Yéndez1* https://orcid.org/0000-0001-5327-2294
1Hospital General Docente Dr. Juan Bruno Zayas Alfonso, Santiago de Cuba, Cuba.
*Autor para la correspondencia. Correo electrónico: nescobary@infomed.sld.cu
Recibido: 22/05/2022
Aprobado: 19/07/2022
Fig.1. Lic. María Elena Jiménez Arias
Cuando una tarde, en mi casa, leí la convocatoria por el 50 Aniversario del Centro Provincial de Información de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba, donde se invitaba a escribir sobre la Lic. María Elena Jiménez Arias (Fig. 1), me sentí conmovida y feliz, y recordé las palabras del Apóstol cuando expresó: “Honrar, honra”. En ese instante, decidí sumarme al grupo de personas que, desde diferentes aristas de su fructífera vida, podían compartir momentos interesantes.
La conocí en la década del 70, cuando era estudiante de la carrera de Medicina, en una tarde que visité por primera vez el Centro, que en aquel entonces radicaba en la avenida Manduley, convertido después en el Centro Casa de Moda Cubana “La Maisson”. Sentada en aquella mesa redonda y majestuosa de aquel salón principal, comencé a conocer personas distinguidas que, de alguna manera, marcarían mi existencia, y que, además de María Elena, merecen ser mencionadas, como Dolores Meléndez Suárez, ambas en condición de fundadoras, así como María Antonia Peña Sánchez y Xiomara Cascaret Soto, que comenzaron un tiempo después.
María Elena, nombrada cariñosamente “Meja” por sus amigos, era una persona muy especial. Comenzó a acompañarme en el ámbito literario desde mi etapa estudiantil, cuando se publicó mi primer artículo científico, tutorado por un querido profesor.
En la medida que fui creciendo y madurando en lo profesional, se fue gestando una sincera y sólida amistad entre nosotras, de manera que ella fue la revisora de mi trabajo de terminación de especialización “Úlcera gastroduodenal y grupos sanguíneos”, de mi tesis de maestría “Costos del tratamiento antirretroviral de alta eficacia en pacientes ambulatorios con sida” y, por supuesto, de mi tesis doctoral “Perfeccionamiento de la formación investigativa del médico en etapa de especialización basado en competencias profesionales”. Esta última fue un reto, pues contaba con 120 páginas numeradas y otras tantas no numeradas que revisó en 72 horas, respaldado únicamente por el elevado precio de una amistad verdadera.
Se desempeñaba como Especialista Principal del Departamento Editorial y fue la Jefa de la Sección de Editorial y Tesis del Centro de Información por muchos años.(1) Siempre admiré en ella que, cada vez que entregaba un trabajo revisado, le decía al autor que lo leyera detenidamente y cuando su corrección de estilo modificara, aunque fuera de manera mínima o parcial la idea central del contenido, no dudara en cambiarlo, ya que ella no era médico; pero su larga trayectoria en salud pública, su experiencia e inteligencia, la convirtieron, ante mis ojos y los de muchos, en una verdadera salubrista, con suficiente acierto. Por supuesto, también me acompañó en las tesis que tutoraba o asesoraba.
María Elena me enseñó a escribir un texto científico. Lo recuerdo con satisfacción y un poco de orgullo, sobre todo, cuando me decía: “… creo que te enseñé demasiado o aprendiste demasiado rápido”. La adquisición de cierta habilidad redaccional, a través de sus enseñanzas, me ha facilitado la escritura de mis documentos científicos y de aquellos que reviso a terceros, en calidad de tutor, asesor, árbitro o amiga.
Era una persona muy agradable y ocurrente, hacía reír a cuantos estuvieran a su alrededor; mesurada y ética en su trato.
Resultaba inolvidable al impartir una conferencia en los múltiples eventos en que fue convocada porque matizaba sus presentaciones y discursos con situaciones y anécdotas muy singulares. Como la clásica frase suya: “María salió dando un portazo”, para ejemplificar el uso correcto del gerundio (y como dijera, uno sentía el golpe de la puerta al cerrarse), o aquello tan cotidiano y mal empleado con frecuencia sobre las “disculpas”, que no se piden, sino que se “ofrecen”. Y así, infinitos ejemplos.
Nos dejó como legado importantes artículos publicados, entre los que se destacan: (2,3,4,5,6,7)
“La jerga médica: ¿Gana o pierde adeptos?”, “En defensa de las mayúsculas o versales”, “Aciertos y desaciertos en la presentación verbal de un trabajo” y “Todo o casi todo sobre los carteles científicos”, por citar algunos.
Pretendía elaborar un compendio con ellos para publicar un libro por la Editorial de Ciencias Médicas. Yo la impulsaba constantemente a cumplir este sueño, pero no llegó a alcanzarlo.
Durante su conversación impartía docencia.(1) Se aprendía mucho a su lado y convencía con el uso de la palabra. Recuerdo cuando me explicaba el color de la ropa que se debía llevar para cada tipo de presentación, según el momento y el lugar, así como los motivos de sus afirmaciones.
Aprendí tantas cosas. Por ejemplo, que en un texto científico hay que evitar el abuso del “nosotrismo”, o de las mayúsculas, así como el uso indiscriminado del gerundio, y sustituir el término “etc.”, por “entre otros” o “por citar algunos”. Que algunas palabras no tienen género (este lo determina el artículo), como las terminadas en -ante, -ente, tales como, estudiante, gerente, ignorante, fabricante.
Era fabulosa para proponer o perfeccionar títulos de diferentes obras, como artículos, conferencias, paneles, monografías. Confieso que conservo cuidadosamente algunos de esos títulos sugeridos, pues además de su valor sentimental pueden resultar útiles para otras gestiones.
Asimismo, era una experta de las letras. Nació con el don de la palabra y la escritura, cualidades que suelen ser poco comunes cuando aparecen juntas en el ser humano.
Sabía que era buena en lo que hacía y se celebraba a sí misma con una jovialidad y comicidad sin igual, donde prevalecía siempre su figura humilde, sencilla, recta, cargada de valores de todo tipo. Así era Meja.
Desde que comprobé la competencia de María Elena, no me permití nunca más, escribir un texto científico valeroso o un artículo sin que fuera revisado por ella con su mirada crítica. Esto me generaba confianza en los resultados. Por eso, hoy me siento un poco desamparada, al no contar con su magistral colaboración. Solo me quedan sus enseñanzas, pero siempre voy a repetir lo mismo con sentido respeto: María Elena me enseñó a escribir un texto científico.
Compartí con ella horas de intenso trabajo, agradables intercambios sociales, el júbilo de una fiesta o el dolor y la tristeza en momentos de pérdidas.
También fue una mujer de ciencia y se desempeñó de manera permanente en el Comité de Expertos del Concurso Provincial Premio Anual de la Salud para evaluar la modalidad de artículo científico, tarea que desarrolló con justicia y sapiencia, por lo cual se le otorgó, como homenaje póstumo, el Premio al Mérito Científico (Fig. 2).
Fig. 2. Premio al Mérito Científico
Persona educada, de finos modales y gran sensibilidad. Fue una maestra en el uso de la lengua materna, mujer ilustre e irrepetible y de elevadísima talla.
Cuando su salud comenzó a ser amenazada por una devastadora enfermedad cerebrovascular, y me permitían entrar a verla en la sala de Cuidados Intensivos del Hospital Saturnino Lora, le comentaba a todos los médicos, enfermeras o enfermeros y otros trabajadores presentes, que esa mujer acostada en esa cama, y que apenas podía articular la palabra, era una “personalidad científica” en esta provincia y que mucho le tenemos que agradecer los profesionales de la salud por haber dedicado su vida a su querido centro de información. Algunos me miraban con asombro, otros se quedarían con el beneficio de la duda. Pero yo cumplía mi sagrado deber frente a ese cuerpo, aparentemente frágil, pero de talento increíble, que supo afrontar sus adversidades con la dignidad propia de su estirpe.
Hermana querida, te debía este adiós y pienso que jamás saldaremos la deuda contigo.
Descansa en paz.
Referencias bibliográficas
1. Meléndez Suárez D. María Elena Jiménez Arias: 40 años enseñando divirtiendo. Medisan (Santiago de Cuba). 2012 [citado 07/07/2021];16(5):827-8. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1029-30192012000500020
2. Jiménez Arias ME. La jerga médica ¿gana o pierde adeptos? Medisan (Santiago de Cuba). 1999 [citado 07/07/2021];3(4). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/san/vol3_4_99/san08499.pdf
3. Jiménez Arias ME. Aciertos y desaciertos en la presentación verbal de un trabajo. Medisan (Santiago de Cuba). 2003 [citado 07/07/2021]; 7(3). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/san/vol7_3_03/san14303.pdf
4. Jiménez Arias ME. Preocupaciones actuales sobre la confección de títulos adecuados. Medisan (Santiago de Cuba). 2004 [citado 07/07/2021];8(2). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/san/vol8_2_04/san09204.pdf
5. Jiménez Arias ME. En defensa de las mayúsculas o versales. Medisan (Santiago de Cuba). 2007 [citado 07/07/2021]; 11(3). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/san/vol11_3_07/san17307.pdf
6. Jiménez Arias ME: Todo o casi todo sobre los carteles científicos. Medisan (Santiago de Cuba). 2008 [citado 07/07/2021]; 12(3). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/san/vol12_3_08/san12308.htm
7. Mayor Guerra E, Duperet Cabrera E, Jiménez Arias ME, Peña Fernández M, Castillo Asensio I. Ética profesional: errores e implicaciones en la consulta y utilización de la información cientificotécnica. Medisan (Santiago de Cuba). 2012 [citado 07/07/2021]; 16(1):135. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/san/vol_16_1_12/san17112.pdf
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